La salud mental en los niños

La salud mental en los niños

La salud mental en los niños

Para sobrevivir, el niño necesita del cuidado y protección de su madre. Ella le alimenta, le asea y le transmite sus afectos a través de su voz, la tensión de los músculos y el contacto con la piel, entre otros aspectos.

La sonrisa del niño en respuesta al rostro sonriente de su madre es un claro ejemplo de esta comunicación afectiva que el niño establece con su madre (o quien la suple), siendo esta la primera relación humana que experimenta. Esta conexión no solo proporciona satisfacción emocional, sino que también sienta las bases para el desarrollo de habilidades sociales y la formación de vínculos afectivos en el futuro.

La salud mental de los niños está estrechamente relacionada con el largo proceso de su desarrollo, que le conduce desde una dependencia total hasta la autonomía. A medida que el niño crece y madura, adquiere el control de sus manos y la capacidad de comunicarse a través de sonidos. Esto es cual es crucial para su interacción con el entorno. Posteriormente, al desplazarse, se refuerza su posibilidad de explorar el mundo que le rodea. Es importante destacar que el niño no es un adulto en miniatura; es un ser en proceso de convertirse en lo que potencialmente puede llegar a ser. Las etapas del desarrollo son propias de la especie humana.

Pero en cada niño, este proceso está matizado por el despliegue de su dotación genética: el temperamento, la sensibilidad, la energía, la tolerancia a las frustraciones, la inteligencia y otras capacidades innatas que influyen en su desarrollo.

La Relación con los Padres y el Desarrollo Emocional

Todos los niños son diferentes, pero una constante es que, al principio, la relación con la madre es el eje del desarrollo del niño. A partir del tercer año, el padre comienza a ocupar un lugar en el mundo del niño, y el eje de su desarrollo se convierte en el triángulo familiar. Para tener un desarrollo mental sano, el niño requiere estímulos intelectuales y emocionales adecuados. La carencia extrema de estos estímulos, así como su exceso, puede afectarle de forma severa, generando desajustes emocionales que pueden perdurar a lo largo de su vida.

El aprendizaje juega un papel fundamental en el desarrollo saludable del niño. Este necesita aprender a vivir en un entorno social, y el sentirse amado y protegido fortalece su autoestima. Por otro lado, el desapego, maltrato, rechazo, despotismo y humillación obstaculizan su aprendizaje y le generan sentimientos de minusvalía y culpabilidad. La forma en que los padres regulan la conducta del niño, creando sentimientos de culpa o humillación, también tiene una influencia significativa en su desarrollo emocional. Sin embargo, la principal influencia modeladora son las actitudes y características arraigadas en el carácter de los padres, que moldean el entorno en el que el niño se desarrolla.

La inestabilidad en el hogar, las discusiones frecuentes, la violencia y la injusticia de uno de los padres hacia el otro son experimentadas por el niño como amenazas de perder a quienes ama y necesita. Estas situaciones generan un ambiente de tensión que puede afectar el desarrollo emocional del niño, llevándolo a experimentar ansiedad y temor. El ingreso a la escuela intensifica la angustia que siente al separarse de su madre. En la escuela, la tarea principal del niño es aprender a pensar, así como también a colaborar y competir con sus compañeros.

El Impacto del Entorno Escolar

En el entorno escolar, pueden hacerse más evidentes algunos síntomas, temores y conductas que indican un desajuste en su esfera mental. Un niño puede ser excesivamente inquieto, mientras que otro puede mostrarse tímido, temeroso o aislado. Algunos niños son más caprichosos o exhiben emociones violentas cuando sus deseos son frustrados, buscando imponer así su voluntad sobre los demás. También hay niños que manifiestan hostilidad, rivalidad o intolerancia exageradas, y estos rasgos pueden persistir a lo largo de su vida si no se abordan adecuadamente.

Algunos niños presentan lentitud para aprender o dificultades específicas en habilidades como la lectura y la escritura. La detección oportuna de estas dificultades, como la dislexia, permite abordarlas mediante una educación especial que brinde el apoyo necesario. Además, la atención puede ser deficiente, y este defecto puede acompañarse o no de una actividad constante. El niño que no puede concentrarse o que no puede estar quieto enfrenta grandes dificultades para aprender y puede perturbar el entorno escolar. Sin la intervención adecuada, algunos de estos niños, que sufren de inatención e hiperactividad, corren el riesgo de convertirse en desertores escolares.

Otro de los problemas frecuentemente observados es la enuresis, que se refiere a la falta de control de la vejiga. La enuresis nocturna ocurre debido a la lenta maduración de una región del cerebro que regula esta función. En pocos casos, este problema persiste hasta la adolescencia, lo cual puede generar incomodidad y angustia en el niño.

Durante mucho tiempo, se pensó que los niños no experimentaban depresión, una condición que era considerada exclusiva de los adultos. Sin embargo, el humor de algunos niños puede verse afectado de forma persistente: pueden mostrarse tristes, aislados, desganados, quejándose de síntomas diversos y experimentando una disminución en su rendimiento escolar. Muchos niños “somatizan” sus problemas, manifestándolos en el hogar o en la escuela a través de inapetencia, náuseas, dolor de vientre y otros malestares físicos.

Estrategias de Intervención y Apoyo

Los trastornos del sueño en los niños varían entre somnolencia diurna y dificultad para conciliar y mantener el sueño, lo que se traduce en insomnio. Las pesadillas y los sueños aterradores son comunes, pero los terrores nocturnos son más complejos; el durmiente se incorpora y muestra signos de tener visiones aterradoras, pero al despertar no recuerda nada. Además, el sonambulismo es otro trastorno en el que el niño puede hablar, incorporarse o deambular de manera automática, corriendo el riesgo de sufrir accidentes.

Si el trastorno de la conducta o el síntoma persisten, se recomienda la consulta con un médico psiquiatra. Este profesional explorará el sistema nervioso del niño, evaluando sus sentidos, coordinación y reflejos. Además, indagará sobre el embarazo de la madre, las circunstancias del parto y los eventos subsecuentes, así como la relación entre los padres y la situación escolar. Tras esta evaluación, el médico emite una opinión que no siempre resulta tranquilizante; sin embargo, enfrentar los problemas permite influir favorablemente en ellos a través de medios psicológicos, farmacológicos y ambientales.

El médico también puede ayudar a los padres a rectificar creencias y actitudes equivocadas acerca del manejo de sus hijos. Esto puede incluir abordar conflictos internos en la familia y mejorar el clima psicológico del hogar. Más específicamente, puede ofrecer guía a los padres de un niño con problemas. En el pasado, se puso un énfasis injustificado en los defectos y fallas de los padres como causa única o principal de los problemas y síntomas de los niños. Sin embargo, el avance en el conocimiento de la base biológica de algunos síntomas y problemas ha permitido tener una perspectiva más equilibrada.

Te ayudamos en el desarrollo de tus hijos

Lo que no se puede dudar es que si el niño es abandonado a su suerte, su conducta y síntomas empeorarán. A su favor, el desarrollo del niño ofrece una oportunidad, ya que algunos de estos problemas pueden superarse con la edad y el apoyo adecuado. Por lo tanto, es fundamental que los padres y educadores estén atentos a las necesidades emocionales y de desarrollo de los niños, creando un entorno propicio para su bienestar integral.

En la Clínica de Depresión podemos ayudar a los padres, pero para eso deben escribirnos a través de nuestras redes sociales o página web. ¡Y así agendaremos una cita!